The Layover - Whitney G.

The Layover.

Once.
No diez. No veinte. Once.
Desde que era una niña pequeña, mi madre nos obligaba a mi hermana y a mí a hacer una lista de nuestros propósitos al final del año. Ella nos decía que la dobláramos y la lleváramos en nuestros bolsillos como un recordatorio, y para asegurarnos de que el último ("el afortunado número once") fuera el más importante de todos.

Nunca entendí el objetivo de esos propósitos, y en los primeros años, lo hacía solo para hacerla callar. Escribía cosas como: "Dejar de decirle a mamá que ella me pone nerviosa.", "Aprender a patear al chico que siempre tira los breteles de mi sostén.", "Robar mejores bocadillos de la cafetería a la hora del almuerzo".

Sin embargo, a medida que pasaron los años y entré a la escuela secundaria, comencé a tomarlos un poco más en serio: "Perder mucho peso en verano". "Tratar de mejorar mi redacción todos los días ". "Dejar de intentar satisfacer tanto a los demás y ser yo misma". Y yo siempre ansiaba escribir ese número once. Aunque se suponía que debía ser un propósito, el mío era más bien como un sueño: "Encontrar un verdadero chico malo, hacerlo que se enamore de mí, y vivir alocadamente juntos y despreocupados el resto de nuestras vidas".

Desafortunadamente, no lo encontré en la escuela secundaria. Eso de "perder mucho y mucho peso" tomó demasiado tiempo, y los aburridos que vinieron poco después estuvieron solo interesados en tener sexo.
Muy, muy mal sexo.

Mi verdadero chico malo irrumpió en mi vida durante el último año de la universidad, bajo la forma de un encantador, ex mujeriego, último-macho-alfa-llamado Adrian Smith, III. Después de evitar que casi me atropelle un autobús, él me dijo que yo era "la mujer más sexy [que él] alguna vez había visto", y el resto era historia.

Nuestra historia de amor fue rápida y frenética, incontrolable y abrumadora; era tan imprudente y volátil que casi se convirtió en una obsesión.
Me enamoré de él después de unas pocas semanas, pero sabía que él era el hombre con el que yo quería pasar el resto de mi vida.

Él era mi sueño.

Mi número once.

Después de graduarnos en la universidad, cuando las cosas comenzaron a ralentizarse y resolverse, decidimos permanecer juntos a largo plazo. Teníamos distintos objetivos y aspiraciones, así que prometimos luchar por ellos mientras nos sosteníamos uno a otro.
Desafortunadamente, ahí es donde terminó la buena versión de mi historia.
Mi vida con el Señor Chico Malo se convirtió en una tragedia más que en una historia de amor. Y a fines del año pasado, hice algo que no había hecho en años...

Cambié mi número once.

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